El martes 30 de marzo nos desplazamos de nuevo a la laguna de Uña con el fin de cerrar los trabajos de plantación.
El día 20 habíamos plantado múltiples propágulos en tres zonas con diferentes hábitats y por diferentes métodos. Diez días después hemos vuelto para reubicar algunos de los propágulos que quedaron plantados a demasiada profundidad, a comprobar el estado de los demás y a buscar nuevos hábitats idóneos ante futuras campañas.
Esta última jornada no iba a ser larga, por lo que decidimos salir temprano para terminarla en media jornada de trabajo. Salimos de Madrid a las 6:30 y llegamos a Uña a las 8:30. Nos tomamos un café en el restaurante La Laguna y nos pusimos a preparar el equipo, a la espera de que llegara el agente de medio ambiente que nos iba a ayudar, Carlos Rodero.
Siempre que tratamos con los agentes medioambientales es muy agradable y cómodo, pero en esta ocasión era especial porque Carlos, además, es buceador. Esto nos facilitó mucho el trabajo porque su ayuda desde superficie fue mejor, al conocer perfectamente las condiciones en las que estábamos bajo el agua.
Lo primero que hicimos fue buscar una nueva ubicación para los propágulos que había que mover. Evaluando los resultados de la jornada del día 20 observamos que había varios propágulos que habían quedado demasiado profundos, a unos 4 metros de profundidad. Esta profundidad puede no parecer muy alta, pero si se tiene en cuenta que los peciolos de las hojas de nenúfar tienen que subir desde esos 4 metros y que los gases que contienen sus tejidos se ven muy afectados por los cambios de presión (variaciones del 40%), decidimos que había que moverlos a un lugar menos profundo.
En estos momentos hay tan poca biomasa de esta especie en Cuenca que todo propágulo vale su peso en otro. Por eso, si había que volver a buscarlos y a cambiarlos de sitio, había que hacerlo. El trabajo comenzó con la búsqueda de un hábitat a no más de 3 metros de profundidad, lo suficientemente grande para que tres o cuatro propágulos pudieran crecer, fijarse y con suficiente potencia de sedimento adecuado (relativamente arcilloso con materia orgánica), y que no estuviera expuesto al viento ni a la competencia por el suelo o el vuelo con las demás plantas existentes en la laguna. Tras un rato de inmersión, encontramos una pequeña terraza en el muro de la laguna que cumplía con todos los requisitos.
Ahora tocaba empezar a buscar los propágulos. Decidimos usar transectos en línea de máxima pendiente a partir del punto teórico de plantación en el margen, haciendo especial hincapié en las zonas a las que estimábamos que tenían una profundidad más cercana a la que estimábamos que estaban plantados.
La búsqueda fue complicada ya que, a partir de los 2 metros de profundidad, la visibilidad casi nula, de unos 20 cm. Además, había que aletear muy despacio y con cuidado para no levantar sedimento, bajándola aún mas.
Nos costó encontrar el primero, pero después fuimos encontrando los demás. Recuperamos 3 y dejamos uno, el que se encontraba a unos 3 metros. Veremos en un futuro si en esta laguna es capaz de asentarse a esa profundidad. Límite máximo al que se encuentra en la Laguna Grande de El tobar.
Una vez en superficie, nos desplazamos hasta el nuevo lugar seleccionado y los plantamos. También los georreferenciamos con un GPS para poder realizar su seguimiento con mayor facilidad.
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Tras plantar los tres ejemplares, nos salimos del agua y nos dedicamos a los demás objetivos de la jornada. Pero antes había que salir con cuidado para evitar caídas. Hora y media de trabajo en un agua a 6ºC nos había dejado bastante torpes.
Después nos fuimos con Carlos a georreferenciar una de las masas que habíamos plantado el día 20 de marzo. El proceso fue rápido puesto que solo había que introducirse con una traje y mirar su estado. Se encontraban bien, aunque todavía no han desarrollado mucho sus hojas.
Después nos tomamos unos refrescos con Carlos en el restaurante la Laguna, aprovechando para enseñarle más datos del proyecto y las fotos que tenemos de los nenúfares de todas las lagunas en las que estamos trabajando. Finalmente, nos despedimos de él deseando que podamos coincidir con él de nuevo. O mejor, que se venga con nosotros un día a otro humedal castellano-manchego.
Tocaba ahora acercarse al otro lado de la laguna para comprobar el estado de otro de los puntos de plantación. El viento nos impidió ver con detalle el estado de los propágulos, pero nada hace pensar que estén mal. Ya nos irán informando los agentes forestales de su evolución o ya lo comprobaremos nosotros mismos al final de la primavera.
Solo nos quedaba comernos unos bocadillos para poder volver a Madrid. Nos los comimos en la misma laguna y, antes de salir para Madrid, nos acercamos a ver el mirador que permite disfrutar de la barrera de travertinos original de la Laguna, que está justo encima del río Júcar.
En la misma se puede aprender con detalle el motivo por el que se creó y el proceso que siguió para hacerlo.
Después nos dimos un paseo por las sendas que hay frente a la barrera. Pudiendo observar que no solo fue modificada a principios del siglo XX, sino que fue aprovechada para guardar ganado hasta no hace muchos años.
Es imposible no quedarse un rato mirando las formas y texturas que presenta este extenso muro de travertino. Se pueden apreciar las barbas, paredes verticales, oquedades, vegetación rupícula creciendo en los escasos puntos sin pendiente y con un poquito de suelo, que contiene.
No volveremos a esta laguna hasta que comprobemos los resultados, a finales de primavera. Esperamos que, cuando lo hagamos, los nenúfares hayan agarrado y puedan haber subido hojas a la superficie.
Ahora quedaba volver a Madrid para planificar actividades en otro de los espacios protegidos de Castilla – La Mancha y en otro de Castilla y León.
Gemosclera. Asociación para la Difusión del Conocimiento de los Humedales y su Conservación
Declarada de UTILIDA PÚBLICA.