Desde 2016 colaboramos con los Servicios Territoriales de Castilla – La Mancha en Cuenca con el fin de que no se pierda una de las dos poblaciones de nenúfar blanco (Nymphaea alba) que hay en Castilla – La Mancha, y la única en la provincia de Cuenca. Hace 15 días ya estuvimos allí preparando esta segunda jornada de campo que tenía por objeto principal la extracción, traslocación y plantación de la campaña de 2021.
Teníamos que extraer los propágulos seleccionados hace dos semanas, trasladarlos y plantarlos en varias zonas previamente identificadas por Enrique Montero, el técnico de los Servicio Territoriales de Medio Ambiente que lleva el proyecto . A pesar de la mala climatología prevista, no podíamos esperar más. Los servicios meteorológicos aportaban sensaciones térmicas cercanas a los 20 bajo cero, pero las masas de nenúfar ya se encontraban bastante activas quince días atrás. Era perentorio extraerlas antes de que su estado vegetativo fuera más avanzado. ¡Nos tocaba pasar frío!
La jornada comenzó a las 7 de la mañana en Madrid, en el punto de encuentro. Ahí colocamos todo el material en la furgoneta y nos fuimos para Cuenca. El material para este tipo de actividades es muy abultado, ya que consiste en el material de buceo (trajes, botellas, etc.), una embarcación con sus remos, diverso material de georreferenciación (cabos, flotadores, GPS), material de autoprotección (comunicaciones, botiquín, oxigenoterapia, plan emergencias, etc.), material de oficina (documentación, ordenadores), material para plantar (sacos sustrato, sacos gravilla, cajas madera, palas subacuáticas, sierras, etc.), material de fotografía (terrestre y subacuática) , etc.
El viaje nos deparó una primera sorpresa muy agradable. A esas horas, en la Hoz de Beteta no veríamos buitres volando, pero sí que pudimos ver a escasos metros un grupo cabras montesas comiendo al lado de la carretera. Os dejamos una foto que pudimos hacer con un teléfono. No es buena, pero sí que refleja nuestra alegría de empezar así el día.
Una vez llegados a Beteta, nos fuimos rápidamente a la Laguna Pequeña puesto que teníamos una jornada muy larga por delante. Habíamos quedado con dos agentes medioambientales y un técnico de los Servicios Territoriales de Cuenca y nos pusimos a preparar los equipos para estar listos cuando llegasen.
Una vez que llegaron y enrique nos presentó a los agentes, terminamos de preparar el material de buceo y de extracción y nos fuimos al agua. El acceso a la zona de trabajo fue rápido puesto que ya habíamos despejado la senda de acceso y zona de trabajo preparadas en la jornada anterior. Esto es mucho más importante de lo que parece, puesto que los espinos y las zarzas que rodean a la laguna podían romper los trajes, ser peligrosos para las personas, o afectar a los propágulos.
En función de lo que habíamos observado hace quince días, Enrique había decidido que debíamos seleccionar aproximadamente 30 propágulos y extraerlos. En función de los resultados, se evaluaría sacar más o no. Mientras nosotros íbamos buscando, cortando y extrayendo los propágulos, ellos los iban evaluando y triando en cuatro grupos.
Cada grupo se plantaría en un hábitat diferente. Un grupo iría al embalse de Molino de Chincha, a la zona en al que plantamos 4 propágulos la jornada anterior. Otros tres grupos de propágulos se usarían para plantar en diferentes hábitats de la Laguna de Uña, en el río Júcar. Uno se plantaría a poca profundidad sobre una zona limosa y cercana al muro, para que la gente pudiera disfrutarlo también. Otro se plantaría cerca del primero, pero en profundidad. Y un tercero se plantaría protegido en cajas con sustrato y gravilla en una zona con posibilidad de moverlos en función de necesidades puntuales.
Este tipo de acciones de repoblación deben hacerse con mucha prudencia puesto que al menos se pueden generar dos impactos en el lugar de destino. Por un lado, traslocar otras especies aparte del propio nenúfar. Después, traslocar una genética de esta especie de nenúfar. Por mucho que se trate de una misma especie, no dejan de ser individuos con una genética que no había en el Júcar cuando en este río había poblaciones. Por eso es tan importante ser muy prudentes. En este caso, al no quedar más poblaciones que las de las Lagunas de El Tobar en Cuenca y las del río Bullaque en Ciudad Real, es tan urgente. Este es el motivo por el que se ha decidido crear poblaciones en humedales artificiales naturalizados (Embalse de Molino de Chincha) o en humedales naturales antropizados (Laguna de Uña).
Aparte, hay que ser muy prudente también para no afectar a las masas originales. Por eso se ha tardado tres años en volver a extraer propágulos de la masa original. Desde marzo de 2017 se ha estado estudiando los efectos de la primera extracción y preparando un método que asegure una extracción controlada y previsible a partir de este año. Este método debería permitir extraer los excedentes, nunca individuos de la masa principal.
El proceso de extracción se realizó sin más contratiempo que la cantidad de agua que tenía la laguna, lo fría que estaba (6ºC), la poca visibilidad debida a las lluvias del invierno y la pérdida de una de las sierras. ¡Que por suerte encontramos!
Una vez extraídos los propágulos que necesitaban los técnicos, salimos del agua, nos cambiamos y nos fuimos para el embalse de Molino de Chincha (Puente Vadillos), río Cuervo, a plantar los primeros propágulos.
Puente de Vadillos es un núcleo de población perteneciente al ayuntamiento de Cañizares muy interesante, ya que tiene saltos hidroeléctricos, una fábrica de carburo de silicio y el Balneario de Solán de Cabras, entre otros reclamos turísticos. Además, entre la gran belleza de los parajes en los que se enclava, destaca el paseo fluvial que hay en el margen derecho del Embalse de Molino de Chincha. En el mismo no solo se puede pasear y disfrutar del agua, se hace entre densos pinares de rodeno y aves especialmente singulares en el cielo. En esta zona es habitual ver buitres leonados, águilas reales y alguna perdicera.
El lugar seleccionado para plantar los nenúfares en 2017 fue una pequeña isla que hay en el margen derecho de la cola del embalse, porque éste mantiene cota constante casi todo el año. Además, está protegido de los vientos y el oleaje. Por eso era el lugar ideal para plantar. En este ocasión, se decidió plantar en otra zona similar que hay unos cientos de metros aguas arriba.
Antes de plantar se realizaron las mediciones de los propágulos con el fin de poder calcular unas tablas de producción que nos permitan extraer en futuras ocasiones únicamente los individuos sobrantes de la masa original. Es crítico asegurar que las masas originales de El Tobar no se vean afectadas.
Con todo preparado nos fuimos al agua a plantarlos, pero ejecutar esta tarea bajo el agua no es nada fácil. Previamente hay que haber seleccionado una localización (viento, olas, profundidad, sustrato, etc.) adecuada para la especie. Conseguir acceder sin caerse, cortarse con la vegetación marginal y romper el material, especialmente el traje. Y después desplazar los propágulos por superficie con cuidado hasta el lugar de plantación sin perder ninguno. Perforar el suelo suspendidos en el agua, sin gravedad y no poder levantar sedimento es una tarea muy difícil. Hay que plantar los propágulos uno a uno y con cuidado. Si se dejan muy inclinados, no saldrán. Si se dejan muy visibles o se dañan las yemas, las carpas y los cangrejos se los comerán o les costará más volver a desarrollar nuevas yemas, gastando nutrientes en una tarea que no deberían realizar.
Los procesos de plantación, aunque con estas especies no se realizan a gran profundidad, requieren tener en cuenta los riesgos. Es habitual engancharse con restos antrópicos o golpearse con el compañero por falta de visibilidad. Por eso requieren de un buzo de apoyo en el agua que aporte los propágulos y de otra persona que apoye desde superficie y que conozca el proceso. Además, el responsable de la plantación debe estar atento a cualquier imprevisto y que se plante en el lugar realmente elegido.
Una vez plantados los seleccionados para este nuevo punto, nos desplazamos por superficie para comprobar la masa plantada en 2017. Queríamos comprobar dos cosas. Primero, si su estado vegetativo había avanzado respecto a la jornada anterior. Después, queríamos evaluar el estado de los los rizomas, especialmente su grosor, las raíces y si habían crecido. Fue una alegría ver que ya están creciendo y cómo su estado es ideal. ¡Los rizomas han crecido más de 20cm desde su plantación sin perder vigor!
Con el trabajo hecho en Molino de Chincha, nos desplazamos por carretera hasta la Laguna de Uña, aprovechando para comernos unos bocadillos en el viaje. El viaje no es muy largo, unos 60 km y una hora aproximadamente, pero hay que realizarlo por carreteras comarcales de la Serranía de Cuenca. Eso sí, los paisajes son espectaculares y los pueblos por los que se pasa son muy bonitos.
La Laguna de Uña es un lugar espectacular y muy visitado. Se trata de una laguna represada a a principios del siglo XX con fines hidroeléctricos que mantiene hábitats similares a los del Embalse de Molino de Chincha y las Lagunas de El Tobar. Por eso también lo usamos en la repoblación de 2017, para que la gente pueda disfrutar de esta bonita planta. Pero los propágulos de 2017 no agarraron. Probablemente fue debido a una mala selección previa del sustrato y que los herbívoros se comieron reiteradamente las hojas de los que agarraron hasta matarlos.
Hace quince días estuvimos sondeando y seleccionando varias zonas en esta laguna con el fin de buscar hábitats alternativos que den lugar a masas que aseguren la especie y que puedan disfrutar los visitantes sin que afecte a los pescadores. En esta laguna hay una escuela de pesca desde hace muchos años y no se debería ver afectada este uso público.
Inicialmente teníamos seleccionados tres lugares. Dos en la presa, junto al pueblo, y un tercer lugar en el margen derecho de la laguna, aguas arriba de la salida de aguas del canal que baja hacia el Salto de Villalba de la Sierra. Empezamos plantando en la presa, ya que era el lugar más fácil y cómodo. El proceso fue rápido y el resultado bueno, aparentemente.
Después, nos fuimos a plantar los propágulos más profundos. En esta ocasión nos costó mucho ya que los carrizos penetran mucho y nos obligaron a encontrar pequeñas zonas en las que plantarlos. El problema es que, aunque el sustrato era ideal, algunos quedaron muy profundos. Quizás demasiado. Probablemente agarren, pero no puedan ascender hasta superficie. Las plantas acuáticas, a diferencia de las algas, no pueden profundizar mucho debido a los espacios gaseosos que contienen en sus tejidos. Por eso pensamos que algunos no agarrarán, pero había que probarlo para conocer la profundidad máxima a la que se puede plantar esta especie.
Por último, nos quedaba preparar el tercer y último caso de prueba. Se había decidido probar técnicas más cercanas a la acuicultura preparando cuatro propágulos en cajas de madera con sustrato. Esto nos permitiría proteger los rizomas de los herbívoros en caso necesario y poder desplazarlos si molestaban a los pescadores en un futuro.
Lo primero que había que hacer era preparar unos contenedores biodegradables en los que se introduciría sustrato adecuado.
Después había que plantar los propágulos en los recipientes teniendo en cuenta su dirección de crecimiento.
Por último, con el fin de que no flotasen ni las cajas ni los rizomas, su fijación al fondo y evitar que las descalzasen los propágulos, se taparon con gravilla de cantos afilados.
Ya solo quedaba sumergirlos despacio para que fueran llenándose de agua y fijándolos al sustrato en un claro donde no había vegetación que compitiera por la luz.
Habíamos terminado con todos los objetivos de la jornada, era hora de hacerse una foto y de volver a casa contentos. Pero la alegría desapareció cuando nos dimos cuenta de que en el punto de plantación del pueblo nos habíamos dejado unos serones con diverso material de buceo (aletas, casco, gafas y una capucha) que, al ir a buscarlo, alguna persona desaprensiva ya se había llevado. Para una asociación voluntaria como la nuestra, es un daño importante pues era material valorado en unos 500 €.
Es una pena que mientras unas personas intentamos dejar algo para los que vienen detrás, otras se aprovechen de este tipo de situaciones. Sobre todo porque se llevaron el material que pensaban que valía dinero y porque el material que se llevaron estaba etiquetado con nuestro logotipo y se puede devolver.
¡En fin! Que a pesar de haber conseguido ejecutar todo lo planificado, nos volvimos para Madrid disgustados al habernos quedado sin material que nos hará falta en quince días. Veremos cómo nos apañamos en la próxima jornada de campo en Ruidera (Ciudad Real).
Atentamente,
Gemosclera. Asociación para la Difusión del Conocimiento de los Humedales y su Conservación
Declarada de UTILIDAD PÚBLICA.